Nuestro cuerpo y nuestra mente se transforman conforme el paso de los años. La eterna juventud no existe y el reloj no se para.
La psicóloga clínica, profesora e investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Pilar Berzosa, denomina “Midorexia”, al fenómeno de la resistencia a hacerse mayor. (No lo confundamos con una fobia que sufren cada vez más personas, la hasta ahora casi desconocida “Ritifobia”, que consiste en tener miedo a las arrugas, un trastorno fóbico cada vez más usual y que va mas allá del aspecto estético).
Nos encontramos en una sociedad en la que, a partir de la adolescencia existe una enorme presión social que nos obliga a tener una imagen perfecta. Dicha presión, es mayor en el género femenino, y es este género el que tiene que lidiar, en todos los aspectos de la vida, con la presión que en la actualidad se ha impuesto sobre la belleza de la mujer.

En el artículo “Plástica extrema: auge de la cultura de la cirugía estética”, desarrollado por la Universidad de Medellín (Colombia), y basado en el libro “Making the Cut” de Anthony Elliott (2008), se muestra la influencia de los medios de comunicación, que venden estas operaciones estéticas como procesos rutinarios que están al alcance de todos. Nos convierten en la versión femenina de Dorian Gray.
El rostro es uno de los sistemas de información más complejo del cuerpo. Está directamente conectado a las zonas del cerebro vinculadas a las emociones. Las expresiones faciales son producidas por las contracciones musculares de la cara, que mueven la piel y cambian la forma de los rasgos, produciendo los cambios de apariencia que conocemos como expresiones.
Parte de los personajes públicos que se muestran en nuestras pantallas una expresión, inamovible, congelada. Tienen la cara literalmente paralizada.
Pero no sólo ése es su problema, sino que también tienen un gran obstáculo en su habilidad de entender las expresiones faciales de otras personas, tratándose de una importante herramienta para la interacción social, tal y como apunta en una investigación de la Escuela Internacional de Estudios Avanzados en Trieste (SISSA) del año 2018.
«La parálisis de los músculos faciales (por fortuna temporal) causada por esta toxina (popularmente conocida como Botox) afecta nuestra habilidad de interpretar el significado de las expresiones faciales de otras personas», como explica Jenny Baumeister, directora de investigación científica de la SISSA y directora del estudio.

Se trata de una teoría conocida como “La Encarnación”. El procesamiento de la información emocional, requiere de nuestras propias emociones. Si algo nos gusta, sonreímos. Si observamos una sonrisa, nosotros, casi de forma automática, también sonreímos. Pero si nuestros músculos faciales están paralizados, el proceso para descifrar la expresión emocional del otro se puede complicar. En el estudio se evaluó una muestra de sujetos que realizaron una serie de diferentes pruebas para evaluar su comprensión de las emociones, inmediatamente antes y dos semanas después de haber tenido un procedimiento estético basado en Botox y comparó la medición con una muestra similar de sujetos que no recibieron tratamiento. Indistintamente de los tipos de medición (juicio o tiempos de reacción), el efecto de la parálisis fue evidente.
“El efecto negativo es muy claro cuando las expresiones observadas son sutiles. En cambio, cuando la sonrisa es amplia y abierta, los sujetos aún pueden reconocerla, incluso si han recibido el tratamiento”, como explica Francesco Foroni, investigador de SISSA, que coordinó el estudio. “Para los estímulos muy intensos, aunque había una tendencia definida a empeorar, la diferencia no fue significativa. Por otro lado, para los estímulos ambiguos, que son más difíciles de captar, el efecto de la parálisis fue muy fuerte”, añade.
El hallazgo confirmó la suposición de que, al menos hasta cierto punto, los procesos “encarnados» nos ayudan a comprender las emociones. También sugirió que la influencia negativa del Botox puede manifestarse precisamente en aquellas situaciones en las que esta ayuda podría resultar más útil.
Por ejemplo, en una conversación normal entre dos personas, donde el entendimiento mutuo es vital para asegurar una interacción social adecuada, la incapacidad de captar los matices emocionales o los cambios repentinos en el estado de ánimo de la otra persona puede marcar la diferencia.
Lo que puede llevar a tener una comunicación exitosa o un fracaso de comunicación. Y por ello se podría llegar a perder la esencia de la comunicación efectiva, si el emisor y receptor no interpretan el mismo significado del mensaje. Nuestra expresión facial puede contradecir el mensaje que intentamos transmitir y puede crear dudas o incluso parecer mentira.
Ya que la comunicación verbal y la comunicación no verbal se retroalimentan y ofrecen al mensaje un significado compresible y más orondo, ¿qué emoción transmito en el mensaje, si no tengo expresión?
“Nuestro estudio fue diseñado para investigar la cognición incorporada. Al mismo tiempo, creemos que la conciencia de esta consecuencia será de utilidad para quienes participan en la medicina estética, sobre todo para informar adecuadamente a las personas que desean someterse a estos tratamientos”, comentó Foroni.
“Que nadie me arrebate las arrugas de mi frente, conseguidas a través del asombro ante la belleza de la vida. O las de mi boca, que demuestran cuánto he reído y cuánto he besado. Y tampoco las bolsas de mis ojos, que son el recuerdo de cuánto he llorado. Son mías y son bellas.” Meryl Streep
CRÉDITOS:
Foto 1: Foto de Anastasia Shuraeva: https://www.pexels.com
Foto 2: Foto de Adrienn: https://www.pexels.com