Autora: Susana Saavedra
25 de enero de 2021
En 2020, Julle-Danière y colegas, de la Universidad de Portsmouth en Reino Unido, realizaron una interesante investigación experimental para dilucidar si la culpa en los humanos tiene una expresión no verbal y, de ser así, cuáles son esos comportamientos que la manifiestan. Los autores realizaron dos estudios diferentes con un total de 238 participantes.
El primer estudio tenía como objetivo inducir y provocar en los participantes una respuesta emocional asociada a la experiencia de la culpa. A los participantes del grupo experimental se le pidió que recordaran y escribieran en un documento una situación personal en la que se sintieron culpables. Después, se les dijo que grabaran la información en un dispositivo USB. Para provocar un sentimiento de culpa en el momento mismo del experimento se engañó a los participantes del grupo experimental diciéndoles que, al manipular el dispositivo USB, habían borrado toda la importante información previa que contenía. Todo ello fue grabado en vídeo para comprobar si se producían en los sujetos unos patrones consistentes de manifestación no verbal de la culpa.
El segundo estudio tenía como objetivo comprobar si los participantes observadores eran capaces de percibir la emoción secundaria de culpa visionando los vídeos del grupo experimental del primer estudio.
La culpa es una emoción moral que tiene una función social y adaptativa importante, ya que potencialmente estimula comportamientos cooperativos hacia los demás (por ejemplo, pedir disculpas, admisión de una mala acción, realizar acciones compensatorias para reducir el perjuicio causado…).
La culpa es una experiencia emocional y cognitiva que surge cuando alguien siente que hizo algo mal. Hasta la fecha del estudio de Julle-Danière mencionado arriba poco se conocía sobre los mecanismos conductuales que sustentan las funciones sociales de la culpa; específicamente si la culpa está asociada con una expresión facial específica u otra señal no verbal, o sobre si las personas pueden reconocer la culpa en los demás. El punto de vista clásico y en gran medida dominante, la teoría básica de la emoción es que las emociones primarias y básicas (alegría, tristeza, ira, sorpresa, asco y miedo) se consideran innatas a todas las poblaciones humanas y se expresan universalmente y, por lo tanto, probablemente sean el resultado de adaptaciones funcionales. Por el contrario, se cree que las emociones secundarias, de las cuales la culpa es una de ellas, difieren significativamente entre las distintas culturas, siendo así idiosincrásicas y dependientes del contexto; por lo que ha sido difícil identificar movimientos faciales y otras señales no verbales específicas asociadas con la experiencia de esos estados emocionales.
Veamos ahora los resultados obtenidos en los experimentos de Julle-Danière:
Recordemos que este primer estudio tenía como objetivo provocar en el grupo experimental de participantes una respuesta emocional asociada a la experiencia de la culpa.
Se identificó un patrón de movimientos faciales que se producían más cuando se experimentaba culpa. Estos movimientos se codificaron mediante el sistema FACS (Facial Action Coding System; Ekman, Friesen y Hager, 1978. 2002):
Este primer estudio realizado por Julle-Danière identifica un patrón potencial de movimientos asociados a la sensación de culpa.
Este estudio tuvo como objetivo identificar qué movimientos faciales y otras señales no verbales se percibían como culpa por los participantes observadores. Descubrieron que los participantes otorgaron una calificación más alta de culpa en aquellos videos en los que se veía:
De estos dos estudios se observa que existe una interrelación entre la manifestación de la emoción de culpa y su percepción por los demás. Esta posibilidad de comunicación no verbal de la culpa enfatiza la idea de su función social y adaptativa. Los patrones identificados en este experimento mostraron cierta coherencia entre lo que hacen las personas cuando se sienten culpables y lo que ven cuando identifican la culpa.
Los resultados obtenidos en esta investigación sobre la culpa han permitido diferenciarla de otra emoción secundaria con la que frecuentemente suele confundirse, la vergüenza. La expresión de la emoción de vergüenza se caracteriza por la manifestación conjunta de cabeza y mirada hacia abajo, sonrisas controladas, giros de la cabeza y desvíos de la mirada, así como toques faciales y rubor ocasional.
Otro dato interesante del estudio indica que tanto la expresión del sentimiento de culpa como su percepción están relacionados con una conducta autodirigida, tocarse el cuello. En múltiples investigaciones se ha demostrado que la producción de tales comportamientos, conocidos como gestos adaptadores, aumentan en situaciones negativas y estresantes; y son utilizadas por las personas para intentar distanciarse y protegerse de una situación desagradable, actuando como una desviación de su atención a corto plazo.
Como conclusión, y para dar respuesta a la pregunta con la que iniciábamos el artículo, diremos que los hallazgos de esta investigación sugieren que sí existen patrones consistentes en ambos estudios que pueden ser considerados señales no verbales de culpa en los seres humanos: fruncir el ceño y tocarse el cuello. Una vez más ha quedado claro que, aunque no digamos una palabra, nuestro comportamiento no verbal habla por nosotros.
CRÉDITOS: Artículo basado en la siguiente publicación: Julle-Danière, E., Whitehouse, J., Mielke, A., Vrij, A., Gustafsson, E., Micheletta, J., & Waller, B. M. (2020). “Are there non-verbal signals of guilt?”. PLoS One, 15(4), e0231756.