Autora: Susana Saavedra
29 de mayo de 2020
Antes de responder estas preguntas es preciso matizar que, aunque el engaño surge en todas las áreas de la interacción social humana, afortunadamente es menos frecuente que la comunicación sincera. Asumir a priori que nuestros congéneres se expresan de buena fe es adaptativamente esencial para una comunicación efectiva, una coordinación social y una óptima cooperación (Levine, 2014, 2020). La sospecha crónica del engaño puede conducir al aislamiento social, que es literalmente poco saludable (Cacioppo y Patrick, 2009).
A continuación, veamos las cuatro formas posibles de engaño. McCornack (1992) identificó cuatro formas principales a través de las que se realiza la mayoría del engaño humano. Un mentiroso puede (a) entregar información falsa, (b) omitir información crítica, (c) ser vago o ambiguo, y/o (d) ser evasivo. Estos cuatro enfoques no son mutuamente excluyentes y, a menudo, se dan conjuntamente en diversos grados.
Levine (2020) afirma que para atribuir engaño en una comunicación deben darse los siguientes cuatro criterios:
Aquellos mensajes en los que falta alguno de estos cuatro criterios son considerados honestos, incluso aunque no sean ciertos.
Dando respuesta a la pregunta con la que iniciábamos este artículo, parece que los seres humanos no somos notablemente buenos detectando mentiras. Según un estudio clásico del año 1996 (DePaulo, Kashy, Kirkendol, Wyer y Epstein) la mayoría de las mentiras no fueron detectadas, eran esporádicas y no tenían consecuencias especialmente importantes.
Veamos ahora los contextos en donde las personas mentimos o en donde podemos ser víctimas de los engaños. Nuestra vida cotidiana es probablemente el contexto más frecuente para el engaño y uno de los menos consecuentes. Un contexto muy diferente es el engaño en situaciones de guerra o estrategias militares, donde el engaño se usa para obtener ventaja militar y tiene consecuencias más graves. Las estafas económicas son otro tipo notable de engaño. Otro contexto muy habitual en el que proliferan las mentiras son los contextos judiciales y criminales. A la mayoría de nuestros lectores no les sorprenderá que las mentiras abunden también en el contexto de la política. Las redes sociales son una variedad relativamente nueva de engaño, aunque un análisis reciente sugiere que las noticias falsas en el ámbito de las RRSS son escasas en comparación con las noticias legítimas compartidas (Guess et al., 2019). También es común engañar en plataformas que permiten que las personas puedan encontrar pareja o establecer relaciones amorosas (Peterson, 2013), aunque hay que destacar que en este contexto son también más comunes los mensajes honestos que los mentirosos (Markowitz y Hancock, 2018).
Volviendo a hacer hincapié en que la mentira no es habitual en la mayoría de las interacciones humanas, vamos a ver cuáles son los motivos que hacen que la gente mienta ocasionalmente. La investigación encuentra que cuando la verdad se alinea con los objetivos comunicativos, las personas son invariablemente honestas (Levine, Kim y Hamel, 2010). Dejando de lado a los mentirosos patológicos, la gente nunca miente cuando la verdad no es problemática.
Los motivos que hacen que las personas mientan son similares en todos los países y culturas (Levine, Ali, Dean, Abdulla y Garcia-Ruano, 2016). Por ejemplo, las personas en todas partes engañan para ocultar transgresiones, para obtener ventajas inmerecidas o para evitar encuentros sociales no deseados.
A todos nos encantaría encontrar una clara respuesta inequívoca a la anterior pregunta. Por ello, para intentar responder a esta cuestión se han formulado distintas teorías. Veamos algunas:
Existe una supuesta señal infalible para la detección de la mentira sustentada en la creencia popular presente en la mayoría de las culturas, y es que el mentiroso evita sostener el contacto visual desviando la mirada. Incluso hay dichos populares que dan fuerza a esta creencia, como el que dice que “los ojos no mienten”. Pues bien, es obligado decir que estamos ante un mito multicultural; lo importante no es tanto una señal particular (como la cantidad de contacto visual), sino grupos de comportamientos interrelacionados (Levine et al., 2011). Como resultado, varias señales no se promulgan de forma aislada, sino que están altamente interrelacionadas, y así es como se perciben. Cuando se trata de juzgar la honestidad de la comunicación de una persona, el comportamiento es mucho más importante que las señales específicas. Levine (2020) llama a estos comportamientos interrelacionados el cociente de credibilidad.
Los entrenamientos para la capacitación en la detección de mentiras basados en las señales y el comportamiento han producido resultados pobres, pasando de un 54% de precisión en la detección de los engaños obtenido por las personas sin entrenamiento a sólo un 58-59% en las personas entrenadas. Además, este tipo de entrenamientos producen un sesgo, ya que la precisión se mejora para la detección de mentiras, pero no para la detección de verdades.
Los estudios que han examinado enfoques para la detección de mentiras basados en la evidencia han reportado resultados mucho más fuertes y útiles. Así, un enfoque basado en la evidencia es la técnica SUE (Strategic Use of Evidence; Hartwig, Granhag, Strömwall y Kronkvist, 2006). Es una técnica de entrevista o interrogatorio policial que consiste en ir desplegando estratégicamente la información incriminatoria sobre el sospechoso del delito, para obtener inconsistencias en su declaración que permitan detectar el engaño o información adicional sobre el delito. El uso estratégico de la evidencia ha producido tasas de precisión en la detección de mentiras superiores al 80%. La efectividad de la técnica SUE parece descansar en la cantidad y calidad de la evidencia y en la habilidad del interrogador para usar la evidencia.
En conclusión, aunque la mentira puede darse en todos los contextos de la vida humana, afortunadamente es poco frecuente en las interacciones entre las personas, lo que posibilita una convivencia adaptativamente apropiada.
Para que una información, incluso falsa, emitida por alguien pueda ser considerada una mentira es preciso que esa persona sepa o deba saber que está engañando.
No existen señales de comportamiento verbales o no verbales que puedan ser individualmente tomadas como signo de que alguien está mintiendo; lo conveniente es tomar como posibles detectores del engaño los grupos de comportamiento interrelacionados que el emisor de la mentira realice.
Los entrenamientos de capacitación en detección de mentiras no han producido notables resultados, a excepción de la técnica SUE basada en el uso estratégico de la evidencia.
Publicación científica sobre la que basamos este artículo: Levine, T.R. (2020). Applied Deception Detection. The Handbook of Applied Communication Research, 693-705.
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