La importancia del tacto afectivo

Autora: Sonia El Hakim
14 de abril de 2020

AbrazoApapachar es un término que se utiliza en algunos países de Sudamérica. Es de origen azteca y significa en general algo así como “acariciar” o “abrazar”. Ambas acciones, las caricias y los abrazos, forman parte del llamado “tacto afectivo”. Pero cuando utilizamos el término apapachar para referirnos al abrazo cariñoso, estamos hablando de abrazar de verdad, de abrazar con el alma, de dar cariño, consuelo, mimo, ternura… Algunas personas dicen que ésta es la palabra más bonita del español. Los mexicanos dicen que apapachar es “abrazar con el alma”.

Los abrazos profundos generan determinados cambios internos muy positivos.

Por ejemplo, se ha demostrado que los abrazos reducen la presión sanguínea y protegen contra el aumento del ritmo cardíaco en situaciones de estrés [Grewen, K. M., Anderson, B. J., Girdler, S. S., & Light, K. C. (2003). Warm partner contact is related to lower cardiovascular reactivity. Behavioral medicine, 29(3), 123-130.].

También, se ha demostrado que los abrazos nos protegen del resfriado común [Cohen, S., Janicki-Deverts, D., Turner, R. B., & Doyle, W. J. (2015). Does hugging provide stress-buffering social support? A study of susceptibility to upper respiratory infection and illness. Psychological science, 26(2), 135-147.].

Cuando abrazamos a alguien, aumentan nuestros niveles de oxitocina, la hormona del apego. Y eso hace que nos sintamos más unidos a las personas a las que abrazamos y que confiemos más en ellas, lo que genera conductas prosociales, como la empatía, el cuidado de los demás y apaciguarles, tranquilizarles.

Incluso, la investigación científica ha demostrado que el simple hecho de imaginar que nos tocan reduce más el estrés y el dolor que el consuelo que podamos obtener con las palabras [Jakubiak, B. K., & Feeney, B. C. (2016). Keep in touch: The effects of imagined touch support on stress and exploration. Journal of Experimental Social Psychology, 65, 59-67.].

La necesidad de tacto afectivo, ya sean abrazos, caricias, cogerse de la mano… vamos, lo que entendemos todos como “mimos”, es esencial para nuestra supervivencia. Os voy a contar una historia de la segunda década del siglo XX, la historia de la vieja Anna.

Orfanato Hebrew Infant Asylum en Nueva York, foto de 1914En un informe de 1915, el Dr. Henry Dwight Chapin, que era un distinguido pediatra de Nueva York, afirmó algo terrible: En todos los orfanatos, excepto en uno, de 10 ciudades diferentes de EEUU, el índice de mortalidad de los niños menores de 2 años rozaba el 100%. Los niños morían de la enfermedad llamada marasmo, que es una debilidad, una atrofia que tiene consecuencias tan graves como la muerte prematura. Fue entonces cuando el Dr. Fritz Talbot viajó a Alemania y visitó una clínica infantil en Düsseldorf. Allí, el director del centro le mostró las instalaciones, que al Dr. Talbot le parecieron muy pulcras y ordenadas. Pero fue una anciana gruesa que se paseaba con un bebé en la cadera quien realmente llamó su atención. Le preguntó al director del centro “¿quién es esa señora?”, y éste le contestó: “Oh, ella, es la vieja Anna. Cuando hemos hecho todo lo médicamente posible por un bebé y sigue sin mejorar, recurrimos a la Vieja Anna, que nunca falla”. Y ¿qué hacía la vieja Anna? Pues darle mimos. Y lo que ellos vivían como un milagro, no era otra cosa que el proporcionar tacto afectivo a los bebés (caricias, abrazos, besos…). De hecho, se sabe que un niño puede sobrevivir privado de otros sentidos, pero no del sentido del tacto.

La piel es el primer órgano sensorial que se desarrolla en el feto, y lo hace a la vez que el sistema nervioso. Por eso, por cierto, muchas veces, cuando sufrimos estrés, lo somatizamos a través de la piel. Sentimos el mundo a través de nuestra piel. Y quizá por eso, la piel tiene mucha memoria.

Otra historia muy reveladora sobre el poder del tacto afectivo es la descrita en 1950 por el psiquiatra Philip Durham Seitz [SEITZ, P. F. D. (1950). Psychocutaneous conditioning during the first two weeks of life. Psychosomatic medicine, 12(3), 187-188.].

Se trata del caso de una niña de dos años y medio con tricotilomanía, es decir, que tenía un trastorno que le hacía arrancarse el pelo. El dermatólogo remitió a esta niña al Dr. Seitz, para su evaluación psiquiátrica. El Dr. Seitz observó a la pequeña y entrevistó a sus padres, para entender qué ocurría. La pequeña, a pesar de tener ya dos años y medio, tomaba sólo biberón, y mientras sostenía con la mano izquierda el biberón, con la mano derecha agarraba un mechón de pelo, lo arrancaba y se lo frotaba entre el labio superior y la nariz. En el momento en que le quitaban el biberón, automáticamente dejaba de frotar el mechón de pelo. El Dr. Seitz habló con los padres y estos le contaron que la niña había tomado pecho sólo durante las dos primeras semanas de vida. Después la madre pensó que no tenía suficiente leche y comenzó a darle biberón. Le contaron también que la pequeña había tenido un desarrollo normal hasta el año y medio. Pero entonces ellos quisieron quitarle el pañal a través de un sistema punitivo, con reprimendas y azotes cada vez que la pequeña se hacía sus necesidades encima. A partir de entonces, la niña empezó a rechazar el alimento sólido y a depender del biberón. El Dr. Seitz pensó que se trataba de un intento de regresión al momento de su vida en que no había castigos. Para corroborar esta sospecha, pidió inspeccionar los pechos de la madre. Y observó que, alrededor de los pezones, la madre tenía vello. Para comprobar su hipótesis, se fabricó un biberón con una tetina rodeada de pelo humano. Y la pequeña dejó de arrancarse el pelo. Lo fascinante de esta historia es que la pequeña había guardado en su memoria algo que había ocurrido sólo durante sus dos primeras semanas de vida. Como os decía, el tacto tiene mucha memoria. Y eso nos tiene que hacer pensar en todas las veces en que los adultos, padres, tutores, familiares, a veces sobrepasados por la conducta traviesa de los niños, les empujan, les pellizcan, les dan un azote en el trasero, o una colleja…

La importancia del tacto afectivoLas palabras son importantes, no cabe duda. Pero cuanto más pequeño es un niño, menos recursos lingüísticos tiene. Y eso hace que el comportamiento no verbal cobre una relevancia absoluta. Y dentro de todos los canales expresivos no verbales (la expresión facial, la mirada, la voz, los gestos, las posturas…), sin duda, el tacto es el canal más importante.

Decía el antropólogo Ashley Montagu, un referente en el estudio del tacto: “El tacto es diez veces más fuerte que el contacto verbal o emocional, y afecta a casi todo lo que hacemos. Ningún otro sentido puede despertarte tanto como el tacto. Olvidamos que el tacto no es sólo básico para nuestra especie, sino que es la clave de ella”.

La moraleja de todo esto es que debemos utilizar el tacto siempre en positivo, sobre todo con los niños. Si tenéis que reprender a vuestros hijos, hacedlo sin tocarles, y siempre desde el cariño y el amor. Están aprendiendo y los errores y las trastadas forman parte de ese aprendizaje. Nunca utilicéis el tacto de manera negativa con un niño, porque eso quedará grabado a fuego en su fuero más interno. Y recordad: apapachaos mucho.

La importancia del tacto afectivo
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